About Pura pasión
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“Me ha parecido que la escritura debería tender a eso, a esta impresión que provoca la escena del acto sexual, a esta angustia y a este estupor, a una suspensión del juicio moral.” ‘Pura pasión’ comienza así, con una intro en donde ella describe la primera vez que ve una escena de cine X en la televisión de pago, codificada, y termina con la frase de arriba, en un alegato por una nueva escritura, más fresca, más libre, más honesta, cruda podríamos decir, en donde el corazón se abre y se escribe el sentimiento, todo aquello que, de una manera u otra, nos hace estremecer.
Después descendemos a la máxima expresión de lo que supone la pasión, tanto en lo bueno como en lo malo. Nos permite, porque algo así solamente se puede leer si la persona se abre en canal y esparce sus emociones más puras delante nuestra, disfrutar de un relato entre ella y A. que no es más que una excusa para desgranar toda aquella pasión que siente por ese amor, esa aventura, esa relación. Ella dice: “Una muchacha, llena de rencor, dice: “Los amantes de mi madre solo han servido para hacerla soñar”. ¿Qué mejor servicio podían prestarle?” Y esto es precisamente lo que vemos, una mujer soñando, en los más íntimos sueños y en las más profundas pesadillas del ¿amor? No es amor la esencia del relato sino toda el aura de pasión que una relación así puede llegar a darte. Aquí lo deja muy claro: “Me preguntaba con asombro: ‘¿Dónde está el presente?’” Ya perdida, zambullida en la cama, en él, perdida totalmente. “Yo no era más que tiempo pasado a través de mí.” El tiempo se desvanece y solo queda el todo, él, la felicidad, el deseo, el sueño, el anhelo.
La historia no está contada desde el centro de los encuentros, no relata la pasión de cada uno de ellos, el nerviosismo de antes y lo que pasa, se centra más en todo ese gigantesco recuerdo que solo la más pura de las pasiones es capaz de dejarte, de impregnarte cada poro de la piel. Desde el principio el todo es así: “Para mí no había cronología en esa relación, solamente conocía la presencia o la ausencia. Me limito a acumular las manifestaciones de una pasión y a oscilar incesantemente entre ‘siempre’ y ‘un día’, como si ese inventario fuera a permitirme alcanzar la realidad de aquella pasión.” La presencia, como un todo, o la más absoluta nada. Y ahí, como hilo conductor de todo, la pasión, el hervor, esa efervescencia incombustible que le mueve de un día a otro. “Una especie de derroche suplementario, esta vez de la imaginación y del deseo en la ausencia.”
Como si de una droga se tratase, o de un duelo, el proceso tiene sus fases y ella parece experimentarlos todos, desde la máxima felicidad hasta el dolor y el enfado, finalizando en la aceptación al final y el cambio a un nuevo yo. “Una noche, se me ocurrió someterme a la prueba del sida: ‘Por lo menos me habría dejado eso’” Hay enfado aquí, desgarro de lo que se quiere y no se tiene. Es jodida esta frase del sida. “Mediaba muy poco, pensaba yo, entre esa recreación y una alucinación, entre la memoria y la locura. En una ocasión, tumbada boca abajo, me masturbé, y me pareció que era él quien gozaba.” Hasta en el placer de uno, en la masturbación, hay un poso ajeno, un otro que se anhela y no se tiene.
Y como si algo se dejase de tener, se hubiese tenido y, a la fuerza, se hubiese tenido que dejar de tener, despojado uno de todo aquello que se amaba, por todo aquello que se levantaba y vibraba uno, se relata también, de manera que quiebra la historia porque cambia el tono totalmente, un aborto pasado, como si todo lo vivido se hubiese expulsado definitivamente, o parcialmente. Dice, más como una pregunta a sí misma que como parte del relato, interpelando directamente a su yo consciente: “¿Acaso soy la única a quien se le ocurre volver al lugar de un aborto?” Habrá un porcentaje muy pequeño de las mujeres que lo hagan, seguramente. Finaliza esta fase, de expulsión, de despojo del cuerpo, de separación, de aborto, interpelando al resto, preguntándose qué es normal, preguntándose si experiencias similares han podido ser compartidas por otras mujeres. Me pregunto si no escribo para saber si los demás no han hecho o experimentado cosas idénticas, o al contrario, para que les parezca normal experimentarlas. O incluso para que las vivan a su vez, olvidando que un día las leyeron en alguna parte.
Me gusta la distancia del final, como última fase, en donde la experiencia y el paso del tiempo posa y supura una sabiduría que solo la vivencia es capaz de darte. Dice: “[…] el conjunto de señales que constituyen la novela no escrita de una pasión empieza a deshacerse.” Y se añade: “Sigo todavía en el tiempo de la pasión.”, pero algo ha finalizado, algo ha cambiado en mí y lo noto, lo se, se ve que dice. El paso del tiempo le otorga una visión final, que ni un último encuentro puede cambiar, en donde la pasión anterior se ha comprendido totalmente, se ha disfrutado como nunca nada más, pero se ha comprendido ya finita, como algo que siempre estará ahí, parte de nuestra vida, de nuestra piel, memoria y camino. “He medido el tiempo de forma diferente, con todo mi cuerpo. He descubierto de lo que uno puede ser capaz, que equivale a decir ser capaz de todo.”
Creo que es muy difícil coger algo tan abstracto como la pasión y atreverse a describirlo, como concepto, como sentimiento, como elemento que te eriza hasta lo más profundo del ser. Y es precisamente por eso por lo que me gusta su escritura. Es bonito, sincero, potente. Tanto que no quieres dejar de leer a Annie, que quieres más, conocer y saber más. Explícame más por favor, cuéntanos más.